

Stay Away from Me
Season 1 Episode 3 | 1h 13m 23sVideo has Closed Captions
Velvet is on the verge of bankruptcy. Don Gerardo offers to save Velvet, but at what cost?
Velvet is on the verge of bankruptcy. Don Gerardo, a family friend, offers to save Velvet if Alberto agrees to marry his daughter Cristina.
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback

Stay Away from Me
Season 1 Episode 3 | 1h 13m 23sVideo has Closed Captions
Velvet is on the verge of bankruptcy. Don Gerardo, a family friend, offers to save Velvet if Alberto agrees to marry his daughter Cristina.
Problems with Closed Captions? Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-Don Rafael Márquez, dueño de las Galerías Velvet, ha sido hallado muerto esta misma noche.
-Tu padre se cayó desde la ventana del despacho.
-Eso es imposible.
En esa ventana hay una barandilla y nadie se cae a no ser que le tiren.
-Tu padre se ha suicidado.
[timbre telefónico] -Sí.
Y el médico dice que se ha puesto peor.
-¿Y estas telas?
-Del taller.
-¿Pero tú estás loca?
Doña Blanca sabe perfectamente los metros que tiene.
-Son telas de la temporada pasada, no tienen por qué enterarse, no las vamos a usar.
[golpes a la puerta] -¿Luisa?
-¿Y Luisa?
¿No le habrá pasado algo a su marido?
-Está en la calle, el lugar que le corresponde a las ladronas.
-Luisa, perdona que te haya metido en este embrollo, no sabía qué hacer.
Te prometo que no voy antes de que se levante nadie.
-Si alguien se atreve a pisar una flor tan bonita como esta mujer, se las tendría que ver conmigo.
-No puedes estar siempre siguiendo a una persona, Pedro.
-Yo pienso que si la quieres tiene que hacer algo.
Doña Blanca, ha llegado un telegrama para usted.
-¿Está bien, Blanca?
-No sé cómo me ha encontrado.
-¿Qué haces con eso?
¡Estabas hurgando en mis cosas!
-¿Pero a qué viene todo esto?
-Respecto al negocio familiar Galerías Velvet, el 60 % de las acciones de Galerías Velvet pasa a disposición de Don Alberto Márquez, mi hijo, quedando el 40 % restante a repartir entre mi mujer y mi hija.
-El resto... -No me lo puedo creer.
-¿Es que tú crees que le vamos a dejar que haga lo que le dé la gana?
Ni Alberto, ni muchísimo menos ella.
-Estos días han sido muy difíciles, Ana.
Yo no quiero huir más de nadie, ya estoy cansado de tener que esconderme.
-¿Qué haces, Alberto?
-¿Quieres casarte conmigo, Ana?
-Sí, claro.
Claro que sí.
-¿Has descansado bien?
-Muy bien, gracias.
-Pues me alegro, porque no sé si esa tranquilidad te va a durar mucho tiempo.
-Sabía que había deudas, pero ¿en la ruina?
-Don Alberto, ¿qué puede decirnos sobre la situación -económica de las galerías?
-No tengo nada que decir.
-Se rumorea que su padre no sufrió un accidente.
-¿Cómo se puede haber enterado?
Si no nos conceden este préstamo, estamos hundidos, Mateo.
-¿Don Alberto Márquez?
-Don Andrés, ¿cómo está?
-Lo lamento, pero no podemos ayudarle.
-10 millones suponen un compromiso para mí y quiero que tú también te comprometas.
Mi hija y tú tenéis la misma edad, la misma educación.
Ella está muy ilusionada contigo.
Nosotros formamos parte de tu proyecto y tú del nuestro.
Una familia, ¿entiendes?
-Ese desgraciado se piensa que soy gilipollas.
No puedo aceptar un trato así.
No sé cómo pagar las deudas, Ana.
Voy a tener que vender.
-"Perdóname por lo que estoy a punto de hacer.
Tú has hecho todo lo que podías por salvar las Galerías Velvet.
Pero yo aún no.
No puedo casarme contigo.
Dáselo y salva las Galerías".
-¡Ana!
[♪ Alba Llibre: "Falling in Love"] -Llevo un rato llamando, señora, pero no contesta.
-Gracias, Elvira.
Puede retirarse.
¿Ana?
¿Bajarás a desayunar?
-Yo voy a empezar.
-Lo siento, pero si la costurera no sabe de puntualidad, no es mi problema.
-Ana no está en su habitación.
-¿Has mirado en la de Alberto?
Si no sabe de puntualidad, tampoco sabrá de decoro.
-No está en ninguna de las dos.
-Di algo, Ana, por Dios.
¿Pero qué te ha hecho?
-Nada.
-¿Nada?
Y llevas tres horas llorando como una Magdalena.
-Luisa, vete ya, de verdad.
Doña Blanca puede venir en cualquier momento.
-Por mí no te preocupes, espero a que entréis en el taller y luego me marcho.
Si me prometes que vas a estar bien.
-Os lo prometo.
Solo que se acabó.
Yo no soy la mujer que él necesita.
-Encárguese de que las cajas de los complementos no queden -a la vista de los clientes.
-¿Dónde está su sobrina?
-Disculpe, Don Alberto.
-¿Está aquí?
-No lo sé.
Mis últimas noticias eran que mi sobrina estaba alojada en su casa.
¿Ha pasado algo?
-Eso debería preguntárselo a ella.
Pensaba que eras más valiente.
-¿Sabes que lo soy?
-Sí, por eso desapareces en mitad de la noche y dejas una mísera carta.
-¿Se puede saber qué está pasando en mi taller?
-Lo lamento, Don Alberto, no sabía que era usted.
-Lo siento, este no es lugar para tratar temas personales.
-Vuelvan al trabajo.
-¿A dónde vas?
-A recoger tus cosas.
-¡Estate quieto!
Suéltame, tengo que volver al taller.
No pienso irme a ninguna parte.
-¿Por qué me haces esto?
-Porque es lo mejor.
-¿Lo mejor para quién?
-Para todos.
-No, para todos no, ¿eh?
Para todos menos para nosotros.
-A mí también me gustaría que las cosas fueran diferentes, pero no me lo pongas más difícil.
-No me voy a casar con Cristina para que la gente conserve su puesto de trabajo, Ana.
No puedo.
Salgo ahora mismo y le digo a todo el mundo que pare las máquinas y mañana cierro la empresa.
-Si hicieras eso no serías el hombre del que me enamoré.
-Piénsalo, por favor, el resto de tu vida viéndome entrar por la puerta de las galerías de la mano de Cristina.
¿Puedes soportarlo?
Porque yo no puedo.
-Tengo que hacerlo.
-Entonces, a lo mejor, es que no me quieres tanto.
-Es verdad.
No te quiero tanto.
Pero ya seguro que sí lo hará.
[♪ música de drama] -¿Qué has hecho?
Es una locura, la gente puede encontrar otro trabajo.
-No es tan fácil, lo sabes.
-Bueno, pues saldremos adelante.
Pero tú te vas a arrepentir toda tu vida.
[suspira] [grita] -Perdón, Alberto.
Intenté que tu secretaria te avisase antes de entrar, pero no tienes secretaria.
-Se marchó.
Y tú deberías de hacer lo mismo, Cristina.
No es un buen momento.
Déjalo.
Déjalo.
-No queremos que nadie se corte, ¿verdad?
-¿Por qué has venido, Cristina?
-No quiero ni imaginarme por lo que estás pasando, Alberto.
Perder a tu padre y tenerte que hacer cargo de una empresa.
Y hacerlo solo.
Pero no tienes que hacerlo solo.
Mañana última función en el teatro principal.
El mejor palco.
Pensé que a lo mejor te apetecía.
-Gracias, pero... seguro que encuentras mejor compañía que yo.
-No lo creo.
Alberto, no tienes que ser siempre el hombre del traje impecable y la sonrisa encantadora.
No conmigo.
Eso déjalo para las clientas.
Si cambias de opinión, llámame.
-Dicen que le ha puesto un piso en pleno barrio de Salamanca.
-¿Seguro que es ella?
¿La misma que nos hemos encontrado al entrar?
-La misma.
-No doy crédito.
-Y ya ves cómo va, ni que fuera la reina de Saba.
Como si fuera la mujer más digna del mundo.
-Con un hombre casado.
Y le da igual.
Se pasea por aquí como si nada.
-Lo siento, doña Cayetana.
-Ten un poquito más de cuidado, querida.
Es que hay gente que no tiene moral.
Era lo que le faltaba a Alberto.
Si ya después de la muerte de su padre y con las noticias que aparecen en los periódicos han perdido clientela, y la encima se llena esto de desvergonzadas -Ya me dirás tú.
-Ya está.
-Perfecto.
Solo me queda elegir la tela para forrar los zapatos y ya hemos terminado.
-La rosa entonces, ¿no?
-Sí, sí.
-Seda salvaje, rosa.
-Pues lo siento mucho, doña Cayetana, pero creo que no tenemos esa tela ahora mismo.
-Ah, bueno, no importa.
La marrón, la marrón.
¿También estaba bien?
-No.
-¿Te queda alguna de las que me has enseñado?
-Sí.
Claro -Sí.
-¿Cuál?
-Esta.
-¿Solo esa?
-Es que ha llegado tarde el pedido de telas, pero si quiere usted volver la próxima semana.
-No, no, no, no, no.
Esa está bien.
Voy a cambiarme.
-No te preocupes.
Si estarán todas en el taller esperando a que vuelva.
Nadie va a estar pendiente de la puerta.
Vamos.
Tío, ¿qué hace aquí?
-Eso debería preguntártelo yo, ¿no te parece?
Aunque tal vez me pueda responder alguna de tus compañeras, saben de ti bastante más que yo.
-No quería dar explicaciones.
-Una respuesta sincera es de agradecer.
¿Has vuelto para quedarte?
Esta es tu casa, mientras siga abierta.
-Gracias.
-No hablar de los problemas no hace que desaparezcan.
-Luisa.
Ya.
Corre.
-¿Está bien?
-Sí, perdóname.
-No debería correr tan rápido y sobre todo sin mirar.
-¿Luisa, verdad?
-Sí.
-Me alegro de verla, creí que ya no trabajaba aquí.
-No, sí, por eso salgo del taller, tengo que hacer un recado.
-Y visto lo visto, tenía mucha prisa.
Se ha puesto un poco pálida, ¿por qué no me acompaña -y se tomar un vasito de agua?
-Que sepas que esto no va a quedar así, ¿me han oído?
-Doña Blanca, hágame el favor y convénzala -para que -¿Disculpe, don Francisco?
-¿Ha enviado alguna de sus modistas a hacer algún recado?
-El único recado que tienen que hacer mis modistas es coser, don Francisco.
Y ahora sí me disculpa.
Buenos días.
-Por supuesto.
Buenos días.
-Le ofrecería una copa, don Francisco, pero por desgracia se ha acabado el whisky.
-No te preocupes, es demasiado pronto para mí.
-Pues usted dirá.
-Es sobre una de las modistas, Luisa.
-¿Hay algún problema con ella?
-Mi mujer y yo estábamos muy satisfechos con ella, pero, por desgracia, parece que la han despedido.
-Acabo de incorporarme y, si le digo la verdad, no estoy informado de la situación.
-Ya, supongo que tendrás mucho trabajo que hacer.
Al parecer, la pobre muchacha ha pasado por un mal momento y cometió un grave error llevándose unas telas que no eran suyas.
Pero está muy arrepentida y necesita el trabajo.
-¿Y quiere que...?
-Quiero que la readmitas.
-Don Francisco, lo lamento, sí...
Le juro que si pudiese, lo haría, pero ahora mismo no estamos en posición de contratar a nadie, y mucho menos a una persona que está acusada de robo, entiéndame.
-No supondrá ningún gasto.
Todo lo contrario.
-¿Qué es esto?
La cantidad que va a gastar mi mujer en ropa esta temporada en las Galerías Velvet.
Que nos gustaría que atendiese Luisa.
Estoy seguro de que cubrirá con creces su salario.
-Lo siento, señora.
Ya le he dicho que solo cumplo órdenes.
Don Alberto Márquez ya ha sido notificado.
-Pero esto no puede ser.
¿Y cómo quiere que trabajemos?
-¿Qué está pasando aquí?
-El pedido de telas no va a llegar.
Y se están llevando las que recibimos la semana pasada.
Lamento haberle molestado, pero me ha sido imposible localizar a Don Alberto.
Y como puede ver, es importante.
-No se preocupe.
A hecho lo correcto.
¿Don Alberto no ha venido en toda la mañana?
-Ha venido, sí, pero ahora no está por ninguna parte.
Y su coche sigue fuera.
-¡Escúchenme todas!
Hemos de mantener la calma.
Esta situación se solucionará en breve.
-¿Y qué hacemos mientras?
-Seguro que pueden seguir trabajando en otros pedidos.
-¿Otros pedidos en los que no haya que utilizar tela?
-Cierto, doña Blanca.
Otros pedidos donde no haya que utilizar tela.
Por cierto... tengo una modista más para hacer esa labor.
-¿Qué hace usted aquí?
-Luisa, por favor, ocupe su puesto.
-¿Cómo lo has hecho?
-No he sido yo, he sido el marido de doña Cayetana.
Le conté mi situación y se ofreció a ayudarme.
-¿Ah sí?
¿Sin más?
-Pues sí.
-¡Don Mateo, no puede hacer esto!
-Por supuesto que puedo, doña Blanca.
Por si lo ha olvidado, ahora soy el subdirector -de estas galerías.
-Entonces sabrá que esa joven violó las normas de esta casa.
-Por desesperación.
Porque necesitaba dinero para ayudar a su marido.
No estaría de más que de vez en cuando fuera usted capaz de anteponer el sentido común a la norma.
-El sentido común me dice que perdonarla no sería dar un buen ejemplo al resto de modistas.
-Entonces deje el sentido común a un lado y limites a seguir mis órdenes.
Puede que ahora no lo entienda, pero créame, es lo mejor para la empresa.
Te está buscando todo el mundo.
-Por eso estoy aquí, para que no me encuentren.
Lo siento, no tengo hielo.
-Tranquilo, hemos bebido cosas peores.
¿Qué te pasa?
-¿Que qué me pasa?
Que mi vida es un infierno, Mateo.
-Eso es lo que me pasa.
-¿Por qué?
-Estaba a punto de casarme con la mujer de mi vida y de repente me pide que me case con otra.
-¿Ana te ha pedido que te cases con otra?
-Con Cristina Otegi.
Para que su padre nos pague las deudas de las galerías.
-Créeme, podría ser peor.
Podrías no tener ninguna mujer que quisiera casarse contigo, ni unas galerías arruinadas, ni depender de tu mejor amigo que está a punto de emborracharse en una azotea mientras su negocio se hunde.
Por cierto, uno de los proveedores de telas acaba de negarse a entregarnos un pedido.
He ordenado que sigan con lo que puedan, pero vamos Alberto, que esto no puede continuar así.
-Ya lo sé.
-Sé que esto es muy duro para ti, pero a lo mejor la solución de Ana no es tan mala.
-¿Has perdido la cabeza o qué?
-Al menos arregla uno de los problemas, ¿no crees?
-Has perdido la cabeza, Mateo.
Un matrimonio no es un negocio.
-Ah, ¿no?
Siempre pensé que era justamente eso.
-A ti lo del amor no se te ha pasado por la cabeza.
-Me enamoro cada cinco minutos.
Mira, si te digo la verdad, solo veo dos opciones.
Salvar las galerías o estar con Ana.
Y parece que a Ana ya la has perdido.
Tú decides.
[♪ música suave] -Me ha sorprendido mucho tu llamada, sobre todo después de que ni te dignaras a responder a mi propuesta.
-No le voy a engañar, don Gerardo, Cristina es una gran chica, pero... -Lo es, con muchos pretendientes de muy buena familia, a los que he ido diciendo uno a uno que no.
Y ambos sabemos por qué.
-Ambos sabemos que yo le tengo mucho cariño, pero... -Escúchame bien, hijo.
Invertir en tu negocio es poner en riesgo mi dinero, y estaba dispuesto a hacerlo a cambio de la felicidad de mi hija.
No creo que te esté pidiendo nada desorbitado.
Además, tú sabes que ella es una chica maravillosa.
-Sí, no se trató de eso.
-¿De qué se trata entonces?
No creo que tengamos nada más que hablar.
-Espere.
Bien.
Sé que últimamente han oído muchas cosas sobre el futuro de las galerías.
Se han publicado noticias, se han oído rumores, y es lógico que todos ustedes estén viviendo estos momentos con inquietud.
Me alegra poder decirles que pueden estar tranquilos.
Todos van a conservar sus puestos de trabajo y sus salarios.
Vamos a tener que hacer una serie de sacrificios, pero a ustedes solo les vamos a pedir que, por favor, sigan trabajando con la misma ilusión y dedicación.
Como prueba de ello, mañana le dedicaremos un pequeño homenaje a mi padre.
Don Rafael, aquí en las galerías.
Por supuesto, están todos invitados.
Muchas gracias.
-Así que al final lo has conseguido.
-Sonría, doña Gloria, que parece que no se alegra.
-¿Cómo no me voy a alegrar si esta empresa también es mía?
-Y mía.
Aunque tenga que enterarme de las noticias al mismo tiempo que los empleados.
-Disfruta de las buenas noticias.
Te aseguro que no han sido fáciles de conseguir.
-Y claro, supongo que detrás de todo esto estás tú.
-El hijo de un buen amigo me ha pedido ayuda y no podía negarme.
Los Otegui y los Márquez son amigos desde hace... -Muchos, muchos años.
No me lo recuerdes -que no quiero sentirme vieja.
-No deberías.
Estás tan guapa como cuando te conocí.
-Al final me voy a alegrar de que seas tú.
-A pesar de que fuiste a pedírselo a Pilar Márquez antes de llamar a mi puerta.
-Bueno, yo creo que en una situación como esta lo normal es recurrir en primer lugar a la familia, ¿no crees?
Pero bueno, también estarás informado de que Alberto no estuvo de acuerdo con las condiciones.
Y supongo que las tuyas son mejores.
-Yo no apuesto condiciones, querida.
-¿Ah, no?
¿Y eso por qué?
Y dime la verdad, Gerardo.
Por qué una cosa es la amistad... y otra poner en riesgo toda tu fortuna.
-Estoy convencido de que sacará el negocio adelante.
Y dentro de un año estaremos aquí brindando por los beneficios.
-¿No va a cambiar ni siquiera el rictus, doña Blanca?
-Mi cara es la que es, don Emilio.
-Pues le aseguro que las dos o tres veces que le he visto reír en estos años parecía otra.
-¿Eso es un piropo?
-No.
Es la alegría de conservar mi trabajo de 30 años.
Y a nadie le extrañaría que usted se alegrase también un poco.
-Lo hago, pero a diferencia de usted no creo que mis sentimientos tengan que ser públicos.
-Aún así, me alegro de saber que los tiene.
-¿Qué tal si dejamos de hablar de mis sentimientos -y nos ocupamos del homenaje?
-Por supuesto.
-Supongo que Don Alberto querrá exponer algunos de nuestros vestidos más emblemáticos.
Haré que se los busquen y los suban a tienda.
-Gracias, doña Blanca.
-Vamos, se acabaron las celebraciones.
Todavía queda media hora de trabajo.
-Has hecho lo correcto.
-Ya te lo diré dentro de 5 años.
-El cheque.
-Es la mitad, el resto me lo dan en la boda.
-Fantástico.
-Llama a los proveedores de las telas y diles que van a cobrar todo lo que se les debe.
Que sean los primeros en cobrar pero que nos traigan las telas ya, ¿vale?
Y consígueme el teléfono del periodista que publicó lo de la ruina.
Quiero invitarla a que cubra el homenaje de mi padre.
-¿Quieres organizar un homenaje, buscar secretarias, contratar vendedores?
Desde luego esta empresa no parece que esté arruinada.
-¿De eso se trata Mateo?
-El mundo de las apariencias.
-Sí.
El mundo de las apariencias va a hacer que esta empresa vuelva a ser lo que era.
[♪ música suave] Disculpe, señorita.
-¿Qué pasa?
-Han puesto anuncio buscando nuevos dependientes y una secretaria.
-¿Por qué no te presentas?
-Si ayer te parecía mal que me quisiera quedar en Madrid para tener más oportunidades, y hoy me animas para que me haga secretaria.
-No, no, porque yo quiero lo que tú quieras.
O sea, si tú quieres mejorar, yo te apoyo y te ayudo mucho, ¿eh?
¿Tú no has hecho un curso de secretariado de esos?
-Sí, bueno, pero por correo.
-Pues por intentarlo no se pierde nada.
Tú siempre me lo dices, ¿no?
El que no lo intenta no lo consigue.
-¿Qué te parece, Rita, que me está animando para que me presente al puesto de secretaria?
¿Tú sabes qué le pasa a éste y qué ha hecho con mi novio?
-¿Yo?
No, ni idea.
-Claro, si no le pasa nada.
¿A qué no, cuñada?
-Bueno, sea lo que sea, bienvenido, si te ha hecho abrir esa cabecita.
Me voy a hablar con Don Alberto.
-Me voy a mi cuarto.
-Rita, Rita, Rita, espera un segundo.
Un segundo, por favor, que tengo que hablar contigo de una cosa, Rita.
-Pues es que ahora mismo no puedo, Pedro, porque me pillas con mucho lío.
-Oye, venga, Rita, ¿qué tienes que hacer?
-Pues que si tengo que subir a lo de Doña Blanca y luego bajar a cortar un encargo al bies, que cortar al bies es complicado porque, claro, la pobre señora es un poco como... Y hay que hacer el corte con cuidado porque si no, va a parecer un barco mercante forrado de lana.
Y ahora imagínate tú la que se me puede caer encima.
¡Ana!
Que tengo que cortar una cosa al bies.
-¿Qué?
-Sí.
-Sí.
Sí.
Sí.
-Además, ¿no lo has hecho ya?
-No.
-Bueno, pues no pasa nada.
Hazlo y lo hablamos otro día.
-Mejor.
-¿Qué está pasando, Rita?
-Nada, mujer.
¿Qué va a pasar?
Pues nada.
-Rita... -He hecho una cosa horrible.
-Venga, no será para tanto.
-Anoche Pedro y yo nos dimos un beso.
-¿Qué?
-Vamos, que empecé yo y él se dejó, ya sabes lo que quiero decir.
-Pero, ¿a ti cómo se te ocurre?
-Ya, ya, ya, ya, ya lo sé.
Es el novio de mi hermana y soy una persona horrible.
Yo no sé qué me pasó, Ana, pero pensé que las galerías se iban a cerrar y que no iba a volver a verle y que era mi última oportunidad y que... -¿Y qué le quieres?
-No tenía que haber pasado.
Nunca, no debía hacerlo.
Pedro adora a mi hermana.
Y se arrepiente muchísimo.
-¿Ya has hablado con él?
-Pero si no hace falta.
Tú no lo ves cómo está con mi hermana, que no hace nada más que bailar el agua.
Y luego conmigo, queriendo fingir que aquí no ha pasado nada y... No sé si voy a poder hacerlo.
Yo no sé si voy a poder volver a estar como antes.
Y verlos juntos todos los días y que vengan a contarme sus problemas y hacer como si no me importase.
-Te entiendo, Rita.
-¿Crees que se puede olvidar?
Teniéndolos ahí delante un día detrás de otro.
-Espero que sí.
Tómate una tila, anda, que te va a venir bien.
-Sí, voy a lavarme la tila y tomarme una cara.
Bueno, ya entendéis lo que quiero decir.
[♪ música suave] -¿Podría hablar con Cristina, por favor?
De Alberto Márquez.
-Adelante.
-Lamento molestar don Alberto.
-Y yo lamento no ser la persona que estaba buscando.
-Lo siento, don Mateo, no quería interrumpir.
Estaba buscando a Don Alberto.
-Se ha ido, pero quizá yo pueda ayudarla.
-Bueno, en realidad quería transmitirle a Don Alberto mi interés por el puesto de secretaria.
He oído que va a quedar vacante.
-Ha oído bien.
¿Su nombre es?
-Clara.
Clara Montesinos Martín.
-Ah, Clara.
-¿No la conozco de algo?
-No.
O bueno, sí.
Trabajo aquí.
-Ah, sí, de dependiente.
-Sí, no era muy difícil adivinar.
-Sección de señoras a primera hora.
De mañana suele atender en perfumería.
Y antes del almuerzo es fácil verla ayudar a clientas en joyería.
¿Me equivoco?
-No, no, no se equivoca.
Es usted muy observador.
-¿Así que quiere cambiar de oficio, Clara?
¿Tiene alguna experiencia?
-No.
No tengo mucha experiencia, pero tengo mucho interés.
-Muy bien, le transmitiré a Don Alberto ese interés.
A ver si con él interés es suficiente.
-Gracias.
-No hay de qué, Clara sin experiencia.
[carraspea) -Oculta en su abrigo, le cantaba nanas y no se acostaba sin decir "Que pases una buena noche, querida".
-Espera, Pedro, más despacio.
Más despacio, a ver.
Oculta en sus abrigos.
-"Que pases una buena noche, querida".
-Pedro.
-"El mundo está lleno de mujeres como Beth.
Tímidas y tranquilas, que se entregan a los demás con tanta alegría que nadie ve su sacrificio".
[♪ música suave] -Ah, es usted.
-Sí, doña Blanca.
-Creía que alguno de los jóvenes se había equivocado de pasillo.
-Pues puede irse a dormir tranquila.
Los jóvenes están en los cuartos que les corresponden.
Y mañana tenemos un día complicado.
-Hablando de días complicados, sepa que es imposible dar con el vestido estrella de nuestra primera colección.
-Yo le ayudaré a buscarlo.
-Gracias, don Emilio.
Me deja mucho más tranquila.
-He dormido fatal, ¿eh?
-Uy, yo tengo mucho sueño.
-Buenas días, chicas.
-Buenas días.
-Ya voy.
Ya voy.
-Les vamos a ir llamando de uno en uno para entrevistarlos.
Mientras tanto, por favor, les ruego que esperen en silencio.
¿Eh?
Por favor.
-Esto es intolerable.
¿Pero cómo quiere que trabajen mis oficialas con este bullicio?
-Cierran las puertas, doña Blanca.
Para eso están.
-Saque a toda esta gente del pasillo de mis talleres inmediatamente.
-¿Y dónde los meto?
¿En la tienda?
-Ahí es donde van a acabar, ¿no?
Este es mi territorio y aquí están los vestidos de colecciones pasadas para el homenaje de don Rafael.
En resumen, todos ustedes estorban.
-Síganme, por favor.
Por aquí.
¡Síganme!
¡Por aquí!
-Se preguntará por qué le he llamado.
-No voy a decirle que no, me ha sorprendido.
-Usted publicó la semana pasada que nuestras galerías se encontraban en la ruina.
-Tenía pruebas de ello.
-¿Así?
¿Quién le proporciono esas pruebas?
-No suelo revelar mis fuentes.
-Me alegro de que usted sea una persona íntegra.
-Aún no me ha dicho para qué me ha llamado.
-Voy a darle una exclusiva.
-Cuénteme lo que sea y yo decidiré si su información merece ser publicada.
-Quiero que usted sea el primero en saber que la salud de las galerías es extraordinaria y que el negocio se encuentra en plena expansión.
-Don Alberto, tengo cifras que demuestran lo contrario.
-Este es un negocio vivo.
Las cosas cambian un día para otro.
-¿Y quién ha conseguido ese cambio?
-Venga al homenaje a mi padre y lo sabrá.
Será testigo del nacimiento de las nuevas Galerías Velvet.
Sus lectores le estarán agradecidos, solo lo podrán leer en su periódico.
-Don Alberto.
[murmullos] -Muchas gracias.
-Gracias a usted.
Bien, señoritas, vamos a empezar con las pruebas.
Milagros Rodríguez.
[♪ música animada] Amanda Suárez Collado.
-Gracias.
-A usted.
¿Digna Lago?
[♪ música animada] -Gracias.
-A usted.
Bien.
Clara, sin experiencia, solo me falta usted.
Bien.
Vamos allá.
Este mismo.
Para la mujer elegante.
Tecleé.
"La moderna corsetería nos ofrece cada temporada nuevos y sugestivos modelos de ajustadores.
Ajustadores con o sin encaje, nylon, cutí, brazo, sencillos o con armadura de espuma".
No se preocupe, a mí tampoco me gustan los de espuma.
Cutí lleva tilde.
-¿Tilde?
-Sí.
-Claro, acento.
-"Perfectos para la mujer moderna".
"La mujer moderna".
Bien.
Ya es suficiente, me hago una idea.
-Ya sé que hoy no lo he hecho muy bien, pero puedo mejorar.
-Me temo que no tenemos mucho tiempo.
-Seguramente encontrará a alguien que escriba mejor que yo a máquina, pero no va a encontrar a nadie que conozca mejor que yo estas galerías.
O que sepa cuál es la diferencia que hay entre el "tule", el "crepe", o el nombre de las hijas de las clientas, o cuál es la persona de contacto en las casas de proveedores.
-¿Y cree que debería considerarla por eso?
-Pues sí, por eso y por mil razones más que ya irá conociendo.
Llevo cinco años trabajando en estas galerías y durante ese tiempo he sido la mejor vendedora.
Cuando miro a alguien a los ojos sé perfectamente lo que quiere y yo se lo consigo.
-¿Ah, sí?
¿Y qué es lo que quiero yo ahora?
-Contratarme.
-Para un momento, por favor, que tengo que hablar contigo.
-Ya, ahora tienes tiempo, ¿no, Rita?
-¡Pedro!
-¿Qué?
-Yo no paro de darle vueltas a lo que pasó.
-Pues ya somos dos.
-Yo creo que estarás de acuerdo conmigo que lo del otro día fue un error.
-Mira, yo no sé... no sé cómo pudo pasar.
-Me dejé llevar.
-Rita, es que nunca te he visto como una mujer... Mujer.
-¿Ah, no?
¿Y cómo me ves?
-Pues... Pues como una amiga, que cada vez que tengo algún problema con Clara es la primera en escucharme y en entenderme.
Que al fin y al cabo eres como mi hermana.
Y encima eres la hermana de Clara, que eso no lo quiero perder.
-No, y yo tampoco quiero perder eso, si es que además eso de ser hermanos no se elige.
-Bueno, ya sabes lo que quiero decir.
-Sí, sí.
-En el fondo me alegro de que pensemos igual, ¿eh?
Porque... -¿Qué?
-Por un momento he pensado... -¿Qué has pensado?
¿Que me gustabas?
-Tontería.
-Pues sí.
Pero cómo me vas a gustar si eres el novio de mi hermana.
-Pedro.
Pedro, ¿no te lo vas a creer?
-¿Qué pasa?
-Soy la nueva secretaria.
-¡Te han dado el puesto!
[risa] -¿A usted cuál le gustaría?
-Este.
Es bonito pero discreto.
Con una línea clásica nunca va a pasar de moda.
Y el brillo del diamante es maravilloso.
-Me lo dijo Carmen, que Don Alberto se llevó uno de los anillos de compromiso más caros que tienen.
E hizo una reserva para dos en un restaurante.
-¿Qué pasa?
-Cotilleos, solo eso.
-¿Qué cotilleos?
-Don Alberto, al parecer se va a cenar con la señorita Cristina al restaurante ese tan bueno de la calle Capitán Blasco.
-Es un hombre libre, puede cenar con quien quiera.
-Ana.
-La decisión está tomada.
-Después de esta noche ya no hay vuelta atrás.
-Luisa, hay que subir un pedido.
Quieren que lo hagas tú.
-¿Cuál?
-El de doña Cayetana.
-Como ve, tengo ocho años de experiencia -en diferentes sectores.
-¿Y ningún puesto de dependiente en todo este tiempo?
-Nadie me ha dado la oportunidad hasta ahora, pero le aseguro que tengo facilidad para el trato con la gente.
-¿Sí?
Está bien.
Demuéstremelo.
-No, no me gusta.
No me parece el vestido adecuado para el homenaje a mi padre.
-Pues, le he enseñado todos los vestidos de la colección.
Perdona que me entrometa, señorita.
Pero creo que no está apreciando las virtudes del traje que le enseña mi compañera.
-¿Y qué es lo que no estoy apreciando exactamente?
-Que es un vestido hecho para alguien como usted.
Se necesita una cintura fina y marcada para poder llevarlo.
Y si quiere, puede acompañarlo con algo que cubra su cuello.
Sencillo, pero elegante.
Para que se aprecie lo que importa de verdad.
Usted.
¿Y qué le hace pensar que yo quiero llamar más la atención que mi vestido?
-Sería una tontería si no lo hiciera.
¿Quiere buscar unos zapatos a juego antes de llevárselo?
-¿Quién le ha dicho que voy a llevármelo?
Todavía no me ha convencido.
-Pues yo estoy de acuerdo con el caballero.
Además, quizá también le apetezca probarse estos estupendos zapatos que acaban de llegar de París.
-¿Puede usted explicarme por qué no va vestido de uniforme?
Claro, tampoco sabe quién soy.
-Lamento no tener respuestas para una mujer tan bonita y elegante.
-Bueno, bueno, ya la hemos escuchado bastante.
-Emilio, contrátelo.
Ha demostrado lo que vale.
Y en cuanto a usted, más vale que recuerde mi cara y mi nombre.
Soy Patricia Márquez y junto con mi familia somos dueños de este sitio.
La espero en mi probador.
-Sígame, le mostraré la zona de residencia y le buscaremos una habitación donde instalarse.
Y de ahora en adelante, si quiere conservar el empleo, le sugiero que deje de coquetear con compañeras y clientas.
Este es un trabajo, un trabajo serio, no la feria de su pueblo.
Sígame.
-Y si tiene cualquier problema, cuando se lo pruebe ya sabe dónde estoy.
-Estoy seguro de que no lo tendrá.
¿Quiere dejarlo en mi coche, por favor?
Gracias, Luisa.
-Don Francisco, quería agradecerle lo que ha hecho por mí.
-No tiene que agradecerme en nada.
-Claro que tengo.
No sabe lo importante que ha sido para mi marido y para mí.
-Lo sé, no se preocupe por eso.
Pero no lo ande contando por ahí.
No quiero que la gente piense que soy una hermanita de la caridad.
-No, hombre, no.
-Ni queremos que mi esposa crea que lo hago por un motivo equivocado.
-No, por supuesto que no.
-Estupendo.
Entonces la veré pronto.
-Claro, don Francisco.
-Y dele recuerdos a su marido de mi parte, por favor.
-Muchísimas gracias.
-Lo siento, señorita, estamos cerrando.
No, no, no, no vengo a comprar.
Vengo a buscar a Don Alberto.
-Disculpe, debe estar en su despacho.
-¿Sabe dónde es?
-Sí, gracias.
-Cristina, qué casualidad.
-He venido a recoger a Alberto, me ha invitado a cenar.
-¡Ah!
Qué sorpresa, ¿no?
-¿No se lo ha dicho?
-No, no.
Bueno, se le debe haber olvidado, como tiene tantas cosas que hacer.
¿Y qué?
¿Vais a hacer algo especial?
-Pues vamos a ir al teatro y después a cenar.
-¡Ah!
Bueno, pues que lo paséis bien.
-Sí, seguro que será una noche perfecta.
-El taller se ha cerrado hace una hora, vamos a ver si tenemos suerte.
Es posible que se haya quedado alguien trabajando.
Ana.
La señorita Otegui ha tenido un accidente.
Necesita ayuda.
-Claro.
¿En qué puedo ayudarle, señorita?
-¡Ay, qué alivio!
Pensé que no tendría arreglo.
-Pues ya casi está terminado.
-Ana, ¿verdad?
Ana, eres mi salvación.
¿No sabes cuánto tiempo llevo esperando esta invitación y justo hoy voy y engancho el vestido?
Menos mal que al final lo has podido arreglar.
¿Tú sabes cuándo sientes que la vida te da una segunda oportunidad y no la puedes perder?
Pues yo hoy no la voy a perder.
-¿Se puede?
-Pasa.
-Me dijeron que estabas aquí, pero si no habéis terminado, mejor vuelvo... -No se preocupe, Don Alberto.
Este ya está.
-Tienes unas manos de oro, Ana.
-Gracias.
-De nada, señorita.
-Un percance en el camino, por suerte estaba aquí Ana para salvarme la vida.
¿Qué tal me queda?
Alberto.
-Estás preciosa.
¿Vamos?
-Ana.
-Estoy bien, Luisa, no te preocupes.
Debe estar pidiéndole que se case con él.
-Mira, Ana, antes no te he insistido porque estaban las demás delante, pero no sería una buena amiga si no te dijera esto.
Hay oportunidades que solamente pasan una vez.
No dejes que se comprometa con ella.
Ve y páralo antes de que sea demasiado tarde.
-No puedo hacer eso, Luisa.
-¿Pero cómo que no puedes?
¿Le quieres?
-Más que nada en el mundo.
-Pues entonces corre, Ana.
Corre.
[♪ música romántica] -Las puertas se cierran a las 11:00.
Espero que sean puntuales.
No se permite a los hombres el acceso al pasillo de las mujeres.
Síganme, por favor.
-¡Ana!
¡Ana!
[trueno] -¿Ya lo tienes todo listo para el homenaje a tu padre?
-No, faltan algunos detalles, ha sido todo muy precipitado, pero al final creo que todo saldrá bien.
-Seguro que sí.
-Hemos invitado a los mejores clientes, amigos de la familia y a la prensa.
Después de todo lo que han publicado, no nos vendrá mal dar una buena imagen.
-Entonces tendrás que posar conmigo.
Soy muy fotogénica.
-No lo dudo.
-Mira.
¿Lo ves?
Mi cara de foto.
No te rías.
Me ha costado mucho tiempo encontrarla, pero ahora es infalible.
Me alegro mucho de que me hayas invitado a cenar.
-Han sido días muy duros, Cristina.
-Lo sé.
-Y tú has estado ahí todo el tiempo, pendiente de mi familia y de mí.
Sobre todo de mí.
-Llevo mucho tiempo haciéndolo, aunque tú no te hayas dado cuenta.
-Me imagino que a veces uno necesita un golpe de realidad para verlo claro.
Quizá en estos últimos años no he estado muy atento o no ha sido lo que tú esperabas.
[suspira] Pero eso va a cambiar.
[♪ música romántica] Un momento.
¡Ana!
¡Ana!
¡Ana!
[♪ música de drama] -Alberto, ¿qué ha pasado?
¿Estás bien?
-Sí.
-¿Estás empapado?
-Me ha parecido ver a alguien.
Estoy bien.
Tranquila.
-Rita.
¡Rita!
Gracias, Rita.
-Hace diez minutos que deberías estar dentro.
Rita, vuelve a su cuarto, por favor.
Bébetela.
Solo falta que cojas una pulmonía.
¿No vas a decirme de dónde vienes a estas horas?
-Ya no soy una niña, tío.
Puedo salir sola de noche.
-Siempre supe que esto acabaría así.
Escúchame bien, porque solo una vez voy a poder decirte esto.
Márchate.
-¿A dónde?
-A donde sea, pero lejos de aquí.
-Usted es mi familia, esta es mi casa.
-¿Crees que no lo sé?
¿Y crees que no me duele tener que decírtelo?
Pero es lo mejor para ti.
-Alberto... -Don Alberto.
Don Alberto.
Él seguirá haciendo su vida y se casará con una de su clase y tú estarás ahí cosiéndole el vestido de novia o el del bautizo de su hijo, ahí, siempre ahí, pero detrás, recordando.
Tengo un amigo en Barcelona, trabaja en una sastrería.
Seguro que puede encontrar trabajo para una buena cortadora.
[♪ música suave] -Pero ¿de dónde ha salido el vestido?
¡Me he vuelto loca buscándolo!
-Lo ha traído Don Alberto.
Creo que estaba en una colección privada.
-Buenos días.
Ayer mi hija volvió muy contenta de la cena.
-Fue una cena muy agradable.
-Claro que, a decir verdad, yo no estoy tan contento con lo que sucedió anoche.
Esperaba que mi hija volviera con un anillo de compromiso en el dedo.
-Ya, bueno, lo cierto es que me pareció todo un poco precipitado.
Quería tomarme las cosas con más calma.
-Sin embargo, no te tomaste tanto tiempo para disponer de mi dinero.
-Son cosas distintas, por favor, don Gerardo.
Me gusta hacer las cosas con calma y hacerlas bien, y creo que Cristina se lo merece.
-En eso estamos de acuerdo.
Y no se me ocurre un sitio mejor para que Cristina y tú formalicéis vuestro compromiso que el homenaje a tu padre.
¿Por qué desaprovechar la oportunidad que se nos brinda con la presencia de la prensa y la alta sociedad?
-Hoy es un homenaje a mi padre, don Gerardo.
Yo creo que él debería de ser el protagonista.
-Tu padre... estaría muy feliz de verte con ella.
Y lo sabes.
-Me alegro de que esté usted bien don Guillermo.
Sí, mi tío está perfectamente también, gracias.
No le llamaba por eso.
Verá, es que estoy pensando en irme a vivir a Barcelona y me había dicho que quizá usted estaría interesada en una cortadora para su taller.
Bueno, si mi tío no le va a decir que yo soy la mejor cortadora, ¿quién podría decírselo?
Cuanto antes mejor, la verdad.
"Te espero en la azotea".
[♪ música suave] -¿No te vas a acercar?
No te voy a montar ningún número.
Eras tú, ¿verdad?
-¿Quién?
-La que entró en el restaurante.
Eras tú.
-¿Qué restaurante?
-No te hagas la tonta.
Estaba a punto de sacar un anillo para pedirle que se casara conmigo.
-Lo hiciste.
-No, no puedo.
Me quiero casar contigo, no me quiero casar con ella.
Es que no lo entiendo, la verdad.
No entiendo por qué haces esto.
-Porque soy una cobarde.
No eres ninguna cobarde, Ana.
Eres mucho más valiente que yo.
-Si fuera valiente no habría ido allí.
-Pensé que no eras tú.
-Tiene que haber una solución.
-No la hay.
-Lo he estado pensando.
Escúchame, necesito un año.
Cojo el dinero de Gerardo, lanzo la nueva colección y salvo las galerías.
No me tengo por qué casar con Cristina.
¿No me quieres esperar?
-Te esperé siete años, te esperaría toda la vida, Alberto.
Pero así no puedo, tenías tu razón.
No puedo verte entrar y salir con ella de la mano.
¿Cómo la llevas a cenar?
No puedo, es muy difícil.
Hablé con un amigo de mi tío que tiene un taller en Barcelona y necesita cortadoras.
-¿Te vas?
-Sí.
Escúchame.
Coge el dinero, salva las galerías y ven a por mí.
[♪ música suave] -Póngase bien la corbata.
-Es que si me la aprieto más me ahogo.
-¿Que prefiere que lo haga yo?
Lo de ahogar, le digo.
¡Póngase bien la corbata!
Por favor, colóquese en línea.
Las de costuras al centro.
-Hola.
-Hola.
-Soy Max.
-Carmen.
-Carmen, ¿sabe dónde está Doña Blanca, la jefa del taller?
Me han dicho que me tiene que tomar medidas.
-Sí.
Sígueme.
Doña Blanca, disculpe.
-¿Qué hacen ustedes aquí?
-Es uno de los nuevos empleados, viene por el uniforme.
-Es una talla mediana, algún uniforme habrá en el almacén que le podamos ajustar, voy a tomarle medidas para que se le hagan al menos un par de camisas, gírese.
46.
49.
Doble el brazo.
64.
Dese la vuelta y desabroche la camisa.
Carmen, suba a tienda.
-Si es igual, yo le ayudo.
-¡Suba!
-Adiós, gracias por acompañarme.
-¿Le gusta mi colgante?
Lo tengo de toda la vida.
No creo que valga mucho dinero, pero valor sentimental sí tiene.
-Suba los brazos.
¿Cómo se llama?
-Maximiliano Espósito, pero me puede llamar Max.
-Muy bien, en un rato tendrá el uniforme.
-¿Ya está?
-Sí, ya está.
Y ahora váyase que tengo trabajo.
-Doña Blanca, ¿tienes ya el calendario de las entregas?
-¿Se encuentra bien?
-Sí, don Emilio, ha sido solo un mareo.
-¿Le traigo un poco de agua o...?
-No, no hace falta, ya estoy bien.
Gracias.
-Además del collar, tenemos esta pulsera que acaba de llegar.
Oro blanco y cristal de silesia.
Si me permite mi opinión, creo que estaría espectacular en el homenaje a don Rafael.
Por supuesto, el collar y los pendientes favorecerían su cuello, ahora con ese nuevo corte de pelo tan favorecedor.
-Gracias, señorita.
-¿Podemos ver los pendientes, por favor?
-Ahora mismo, señorita Patricia.
Manufacturados en Londres.
Son obra del diseñador de moda de la aristocracia inglesa, ahora mismo.
-Son preciosos.
-Y son de la misma colección que el anillo que ha comprado su hermano.
Perdón, ¿he dicho algo inoportuno?
-No, por supuesto que no.
[golpes a la puerta] -Ya está todo preparado.
-Todo menos yo.
-Ojalá pudiera ayudarte de alguna manera.
-Ya me ayudas, Mateo.
-Si quieres yo puedo casarme con la Otegui.
-A su padre le daría un infarto.
-Oye, soy un buen partido.
-La pena es esa fama de mujeriego que te has creado.
-Habladurías de la gente, ya sabes cómo son.
-¿Vamos?
-Vamos.
-Ya está todo preparado para el homenaje, don Alberto.
-Gracias.
-Se le está dando bien esto, Clara sin experiencia.
Puede recoger ya.
Le vemos ahora en el homenaje.
-Si no necesitan nada más.
-¿La has escogido por el físico?
-¿Pero por quién me tomas?
[aplausos] -Buenas noches.
Gracias.
Gracias a todos por venir al homenaje a mi padre.
Mi padre, don Rafael Márquez, fue el gran creador e impulsor de Galerías Velvet.
Gracias a su trabajo, a su esfuerzo, a su entrega, a su ilusión, gracias a todo ello hizo que la alta costura en este país ocupara el lugar que se merece hoy en día.
Y por eso hemos querido brindarle este pequeño homenaje.
[aplausos] Quiero que este acto sirva también para dar a conocer la nueva línea que Galerías Velvet iniciará a partir de hoy.
En Galerías Velvet vamos a modernizarnos, vamos a adaptarnos a los tiempos que corren.
Vamos a crear una línea innovadora que estamos seguros revolucionará la forma de vestir en este país.
[aplausos] Las Galerías Velvet forman parte de mi familia, de mi vida.
Aquí he crecido, aquí he aprendido todo lo que sé y sobre todo aquí he conocido gente maravillosa a la que nunca voy a poder olvidar.
[aplausos] ¿Y ahora?
No se me ocurre un momento mejor que este.
Y una compañía mejor que la de todos ustedes.
Cristina, acércate un momento, por favor.
-¿Yo?
¿Para qué?
-Cristina... Has estado conmigo desde el principio de este viaje.
Y desearía que estuvieras a mi lado el resto de mi vida.
Cristina... ¿Me concederías el honor de ser mi esposa?
-Yo no esperaba esto, Alberto.
-¿Quieres ser mi esposa?
-Sí.
Sí quiero.
[♪ música suave] [aplausos] -A la estación de Atocha, por favor.
[♪ música triste] -Le felicito por su compromiso Don Alberto.
-Gracias.
Don Emilio.
Quería que supiera Nunca hubiera querido que las cosas sucedieran de esta forma.
-No siempre podemos hacer lo que queremos.
[♪ música triste] -No he podido irme.
-No quiero que te vayas.
-Pero no sé qué hago aquí, Alberto.
Esto solo nos va a hacer más daño.
-Me duele más pensar que no te voy a volver a ver.
Prométeme que no te vas a volver a marchar.
-Te lo prometo.
[♪ música suave] -Buenos días señorita.
-Buenos días Don Alberto.
-Tienes un poco de carmín en los labios.
Lo tuyo con Ana aquí es un error de principiante.
-¿Querías que hiciera?
-Todos tenemos mucho que perder -si esto sale a la luz.
-Se decía que habían visto a Alberto con una muchacha en el funeral de su padre.
-Qué poco necesita una cotilla para montar un romance de un simple incidente.
-¿Y no te preocupa?
Porque llegaron a decir que era su amante.
-Desde que la conozco es la primera vez que no está en su puesto de trabajo 10 minutos antes de la hora.
Comprenderá que me haya preocupado.
-Pues no tiene de qué, ya lo vi.
No pretenderás aparecer aquí por las buenas y que me comporte como si fueras mi... -Hijo.
-Creo que deberías marcharte.
-He venido aquí para quedarme.
-¿Es una pena que quiera quedarse porque podría acompañarme a cenar algo al Alcalá?
-¿Don Mateo te invitó a cenar y tú has dicho que sí?
-Por favor, no le digas a Pedro nada.
Te prometo que no va a pasar nada con don Mateo.
-Luisa.
-¿Don Francisco?
-¿Qué hace usted aquí?
-Necesitaba verla a usted.
-Creo que no le entiendo.
-Sí que me entiende Luisa.
-Buenos días Don Emilio.
-Debería llamar a la policía.
-Alberto me ha pedido matrimonio y he pedido que seas tú la que se encargue de todos los preparativos de la boda.
Y de todo lo que me haga falta.
-¿De lo que le haga falta?
-Creo que me das buena suerte.
-Alberto, ¿eres tú?
Support for PBS provided by: