[música de suspenso] [Sira] Me llamo Sira Quiroga, y soy costurera.
Nunca imaginé que mi destino sería jugarme la vida cruzando la ciudad a un país extranjero con un traje de pistolas sobre mi piel.
Pero ahora sé que el destino es la suma de todas las decisiones que tomamos en nuestra vida.
Incluso las que en su momento parecen insignificantes.
En mi caso, por lejano que me parezca ahora, todo comenzó con algo tan pequeño como aprender a enhebrar una aguja.
[Dolores] Mira.
Con cuidado, ¿mh?
Sin que te tiemble el pulso.
Y si no sale a la primera, a la segunda.
Y, si no, a la tercera.
La costura es paciencia, paciencia y más paciencia.
[niña] !¡Sira!
[Dolores] Sira, presta atención que, si no, no vas a aprender nunca.
[campanadas] [Dolores] !¡Muy bien!
[risa] Con lo que me costó a mí, ¿mh?
Y tú a la primera.
Muy bien, peque.
[Sira] Mi madre era modista.
Trabajaba 10 horas diarias dejándose las uñas y las pupilas en cada prenda.
- La aguja siempre prendida.
- Vale.
Vámonos, que llegamos tarde, Sira.
[música alegre] Sira, ven a jugar con nosotras.
[Sira] No puedo, tengo que ir al taller.
[Dolores] Si volvemos pronto, jugáis juntas esta tarde.
- Te lo prometo.
- [Sira] Vale.
[música alegre] [claxon] [hombre] !¡A céntimo la pasada!
[música alegre] [Sira] Desde que había dejado la escuela, hacíamos el mismo recorrido cada día.
De nuestra casa, en un barrio castizo de Madrid, hasta el taller de doña Manuela.
La zona más noble de la ciudad y tan diferente del lugar del que veníamos.
[música alegre] [Dolores] Buenos días.
- Buenos días.
- [al unísono] Buenos días.
¿Qué horas son estas?
En 10 minutos llegan las hermanas Sotomayor, y hay que tomar medidas para dos vestidos de entretiempo.
He aprendido a enhebrar una aguja.
Ah, mira qué bien.
Ahora ayuda a Paquita con la plancha y a doblar la ropa.
Esa puntada tiene que ser muchísimo más pequeña.
Te lo vuelvo a repetir.
Suéltalo.
[Sira] Al igual que todas las aprendizas del taller, antes de que me dejaran coger una aguja, fui la chica para todo.
La que removía el picón de los braseros o calentaba las planchas en la lumbre, o llevaba los encargos a las casas de las clientas.
Así descubrí otro Madrid, el adinerado.
[música alegre] Atisbaba salones, me comía con los ojos las alfombras, las lámparas de araña, las cortinas de terciopelo.
Pensaba lo extraña que sería la vida en un universo como aquel.
[Sira] Y, por fin, me dejaron coser.
Comencé con lo más simple.
Presillas, sobrehilados e hilvanes flojos, después vinieron los ojales, los pespuntes y dobladillos.
Y poco a poco, me inicié en el manejo del corte y de la confección de las partes más delicadas.
Aprendí a montar cuellos y solapas, a prever caídas y anticipar acabados.
La niña tiene mano y ojo, Dolores.
Es buena.
Y mejor que va a ser si no se nos desvía.
Orgullosa deberías de estar de cómo te ha salido, a pesar de haberla criado sin un padre.
Ya estamos con la cantinela de todos los días.
Es que no sueltas prenda, mujer.
Digo yo que algún día nos dirás quién es el padre de criatura, ¿no?
[Dolores] A nadie le importa quién es el padre.
Ese asunto mío y solo mío.
[Manuela] Mira que eres cabezona, mujer.
[Dolores] Y usted mire que es curiosa, ¿eh?
[Sira] Aquella era la discusión de siempre.
Y a pesar de que lo mencionaran tan a menudo, yo poco sabía de mi padre.
Nunca mostré mucha curiosidad por él.
Y mi madre nunca se esforzó por satisfacerla.
[música alegre] [Paquita] !¡Que me lo ha pedido, Sira!
!¡Que me lo ha pedido!
- !¡Que me caso!
- [Sira] ¿Sí?
Ay, me tienes que arreglar el vestido de bodas de mi madre.
- Dime que sí.
- Pues claro.
Pero hazme algo discreto.
Que nos casamos por lo civil, y no es cuestión de ir llamando la atención.
Bueno, pero primero me lo traes a mi casa, ¿eh?
Que no quiero que doña Manuela se entere.
- Bueno, venga.
!¡Ay!
- !¡Ay!
!¡Ay!
!¡Enhorabuena, Paqui!
!¡Enhorabuena!
- Ay, qué alegría.
- Qué bien, bonita.
[Paquita] Niña, vámonos a la verbena.
Si es que estoy con tu vestido.
Doña Dolores, dígale a su hija que deje ahora mismo lo que está haciendo y que se venga de fiesta.
Bueno, allá tú, ¿eh?
Pero como no esté terminado para el día de tu boda, luego no quiero quejas.
Me cambio y salgo en un momentito.
[Paquita] Anda, vamos.
[música alegre] [mujer] ¿Y tu prometido te deja salir así con nosotras a días de la boda?
Mi prometido es miembro del Partido Comunista, y me deja hacer todo lo que yo le pida.
Porque para algo Dios nos hizo a todos iguales.
La mujer de un comunista creyendo en Dios.
Si ni te casas por la iglesia.
Bueno, ¿quién quiere unas horchatas?
Ay, pero esta caseta no, que son todas de esas cotorras.
- Bueno, ¿y qué más da?
- Que no, que esta noche hay que buscarle pretendiente a Sirita.
Sh, sh.
Que a Sirita no le hacen falta alcahuetas, ¿eh?
Que tiene dos manos, dos ojos y una boca.
Pues, a ver si lo demuestras, bonita.
Tres horchatitas.
[música alegre] ¿Sabe qué le digo?
Que mejor despácheme dos, a que aquí a mi amiga le van a invitar unos que yo me sé.
Sh, sh.
Un momentito.
No me ibas a dejar intentarlo, ¿verdad?
¿Adónde va?
Será osada.
Que tenemos la suerte esta noche.
Justo se acerca la coja.
Que te ha mirado a ti.
Hala, es toda tuya.
- Buenas.
- [al unísono] Buenas.
[Paquita] Se ha quedado la noche fresquita, ¿verdad?
Que nos estamos lamentando ahí las amigas que solo tenemos para dos horchatitas, y justito Sira se ha quedado sin una.
¿Y Sira eres tú?
Opa.
Más quisieras.
Yo soy Paquita, la Sira es aquella.
Sí, la guapa.
Pero no ha preguntado por ti, sino por este.
¿Tendrías a bien invitarle una horchata?
Hombre.
[Paquita] Pues, andando, que no tenemos toda la noche.
Vamos, anda.
- ¿Y te llamas?
- Ignacio.
Sira, aquí el mozo que ha insistido en conocerte e invitarte una horchata.
Sira, Ignacio.
Ignacio, Sira.
Hala, nosotras nos vamos a dar un garbeo a ver el parque.
Trátamela bien, Ignacio, que vale más que tu peso en oro.
Niña, vamos.
Ni caso.
Es siempre igual.
¿Me pones dos horchatas, por favor?
- ¿O prefieres un vermú?
- Bueno.
Dos vermú.
Me encanta tu nombre.
Sira.
- Muy común no es.
- No.
Hombre, en el fondo, tuve suerte.
Porque a mi madre le dieron a elegir entre todos los santos del día.
¿Quieres saber los otros nombres?
Mira, eran Victorina, Heraclia, Sabiniana y Fortunada.
Y al final, mi madre le dijo al cura: "Pues, mejor póngale Sira, que es más cortito".
- Pues, dio en el clavo.
- [Sira] Yo creo que sí.
- Salud.
- Salud.
A mí, que tú, de beber, no bebes mucho, ¿no?
¿Damos un paseo?
!¡Uy, uy, uy!
Perdona, perdona, perdona.
Voy por un poquito de agua.
Perdón.
No, no.
Si la mancha de vermú no sale con agua.
Solo sale con bicarbonato, soda y poco de sal.
Mira, yo creo que mejor me voy a casa, ¿eh?
Que mi madre mata.
Mujer, pero ¿una mancha te vas a ir?
!¡Adiós!
[Ignacio] !¡Sira!
Sira.
Soda, bicarbonato y sal.
Bueno, la sal se me ha caído la mitad por el camino, pero a ver, que espero que sea suficiente.
¿Y tú de dónde has sacado todo esto?
Mejor no preguntas.
Pero vamos, todo esfuerzo es poco si consigo que te quedes un ratito más.
Pero si es que mira cómo estoy.
No te lo tomes a mal, de verdad.
Que yo te agradezco el detalle.
¿Te puedo acompañar a casa?
Tú verás, pero te vas a perder la verbena.
Lo más interesante de la verbena se acaba de ir porque un patoso le ha tirado medio vaso encima.
4,000 pesetas al año, no te digo más.
Y eso toda la vida.
Así que, ¿cómo no voy a estudiar para funcionario?
Según están las cosas de revueltas últimamente, figúrate.
No, si es buen dinero, sí.
¿Y funcionario de qué exactamente?
De algún ministerio.
Ayer me presenté a las oposiciones para Gobernación y Hacienda, pero no tuve mucha suerte, la verdad.
Ahora, que yo sé que esto es cuestión de insistir.
Más pronto que tarde apruebo una, y se acabó lo de dormir en pensiones de mala muerte.
Pero bueno, que me estoy poniendo muy pesado hablando de mí.
Cuéntame tú.
¿Cuánto llevas de costurera?
Uf.
Pues, desde niña.
¿Y te ves cosiendo toda la vida?
Pues no sé.
Quién sabe.
Esta es mi casa, ya hemos llegado.
Que... muchas gracias por acompañarme.
Y por la sal y el bicarbonato.
Y por la conversación.
Por el beso que te he dado.
Pero si no me has dado ningún beso.
Eso tiene fácil arreglo.
Eres la costurera con la sonrisa más bonita que he visto en mi vida.
Tú eres un aspirante a funcionario un poquito fresco.
¿Mh?
Buenas noches, Ignacio.
Buenas noches.
[Sira] !¡Oye!
¿Por qué no vienes un día de estos a buscarme al trabajo?
¿Y dónde trabajas?
Espera, no me lo digas.
Yo lo averiguo.
Que esta noche he hecho cosas mucho más difíciles.
[Sira] Hala, a casa.
[música alegre] [Sira] No tardó ni un día en averiguarlo.
- [mujer 1] !¡Vivan los novios!
- [mujer 2] !¡Vivan!
[Sira] Y sin apenas darnos cuenta, empezamos a salir e íbamos a todos lados juntos.
[mujer 2] !¡Guapa!
Lo guapa que estás.
[Siria] Asistimos a la boda de Paquita.
Paseábamos por El Retiro y por el Parque del Oeste.
[música alegre] Y no había verbena a la que no acudiéramos.
Ni chotis que no bailáramos con precisión de reloj.
Yo notaba cómo cada día él se iba enamorando más y más, y yo, yo me dejaba querer.
♪ Fue aquella noche de clara luna ♪ ♪ Que yo cegada por mi fortuna ♪ Qué bonita.
Sira, ya está Ignacio en la puerta.
- Puntual, como siempre.
- Gracias.
Espera.
¿Vas a salir así?
Si estás hecha un desastre, hombre.
Madre, ¿qué más da?
Si para Ignacio estoy guapa siempre.
Cuídalo, que es un buen hombre.
Parece que están todas más enamoradas de él que yo.
Ah, y no me esperes para cenar, que hoy picamos algo en las pistillas.
Pero qué guapa estás.
¿Este traje?
¿De alpaca?
¿Lo has heredado?
Señorita, haga el favor de hablarme con respeto que está usted hablando con un señor funcionario.
!¡No es verdad!
[risa] Al final, parece que la velita que le puso tu madre a San Juan Tadeo ha funcionado.
Ven.
Vamos a contárselo a todas.
!¡Que ha aprobado!
!¡Que ha aprobado!
!¡Ignacio aprobó las oposiciones!
- Hijo, felicidades.
- Muchas gracias, doña Dolores.
El santo que ha escuchado sus plegarias.
Decidme que la ceremonia va a ser por la iglesia, ¿eh?
Que a mí esto de la república y sus modernidades, igual que vienen, se van.
Pero, madre, usted que ni se ha casado y me ha criado sola, ¿nos va a venir ahora con esas?
Bueno, yo no me casé por lo que no me casé.
Y nunca me lo ha querido contar.
No es momento de hablar de tonterías.
Ignacio, por la iglesia.
Yo lo que diga su hija, señora Dolores.
Si yo lo que quiero es casarme con ella.
Me da igual que el testigo sea un cura o el alcalde de Madrid.
Una hogacita.
Bueno, pues, a buscar iglesia entonces, ¿eh?
Sira, de blanco, nada de negros, ¿ah?
Doña Manuela y yo nos vamos a encargar del vestido, y no vamos a escatimar en gastos.
Y, bueno, tendremos que decidir los invitados.
Pero ¿qué invitados ni qué invitados?
La familia más allegada y punto.
[Dolores] Bueno, ya hablaremos.
[Paquita] Y lo divinamente que estarías con este modelito.
- [Sira] Bueno.
- [Paquita] Ay, hija.
Es el cuarto vestido al que le pones pegas.
¿Tú estás segura de que te quieres casar?
Pues, claro.
No digas tonterías.
Chica, me vas a perdonar, pero yo no te veo muy ilusionada.
No, pero ¿por qué hay que hacer tanta jarana por una boda?
Es que ni se sabe el tiempo que llevo ya con Ignacio.
¿Qué va a cambiar que nos casemos?
Te pinchan y no sale sangre, de verdad.
Pero ¿tú no me viste a mí el día de mi boda?
Estaba que flotaba porque Emilio se convertía en mi familia, y yo en la suya.
Juntos no nos podría pasar nada malo.
[Manuela] Mira, Dolores, si le hacemos un velo de encaje, y luego muchos metros de cola, ¿qué te parece?
Precioso.
Bueno, tampoco hace falta que nos volvamos locas.
Mujer, para una cosa que puedo hacer por ti, por metros que no sea.
Sobre todo, ahora que me tengo que desa... ¿Doña Manuela?
¿Qué pasa?
Niña, menos mal que Ignacio ha encontrado trabajo porque es que yo no sé cómo deciros esto.
Voy a tener que cerrar el taller.
Pero bueno, ¿qué os voy a contar a vosotras?
Si ya veis que de unos meses a acá las clientas entran de pascos a ramos.
Pero no me diga eso.
Si seguro que es una mala racha, pues luego vendrá otra buena.
Pero, niña, ¿tú no oyes la radio?
¿Tú no miras cuando vas por la calle?
Doña Manuela tiene razón.
Esto ya no tiene arreglo.
¿Y qué va a pasar ahora con nosotras?
Ojalá lo supiera, Dolores.
[timbre de teléfono] Hija, a lo mejor es momento de que te saques las oposiciones esas que dice Ignacio.
- ¿Qué oposiciones?
- [Sira] Nada.
Ni caso.
Que Ignacio se le ha metido en la cabeza que me prepare a unas oposiciones.
Pero si yo solo sirvo para coser.
Pero dice que solo tienes que estudiar cuatro temas y aprender a escribir a máquina, nada más.
[campanilla] Qué maravilla.
- Mira esta.
- [Sira] ¿Cuál?
[vendedor] Buenas tardes.
¿En qué les puedo ayudar?
Perdón.
Buenas.
Eh... Queríamos buscar una máquina de escribir que sea buena, y estamos comparando modelos, precios.
¿Por qué no vamos viendo una a una, y usted comprueba in situ sus ventajas?
- Perfecto.
- Bueno.
[vendedor] Mire esta.
Una mecánica precisa e infalible.
[Ignacio] Sí, la conozco.
Pero ¿las teclas no son muy rígidas?
Es que es para mi prometida, y no quiero que se deje los dedos.
Ah, en ese caso, a ver qué le parece este modelo.
Venga conmigo.
Como puede ver, esta máquina me gusta mucho.
El teclado es cómodo y ligero.
[música suave] ¿Puedo ayudarla?
He venido con mi novio.
Queríamos comprar una máquina de escribir.
Podría ser peor.
¿Perdón?
Que podría ser su marido, digo.
Muy pronto lo va a ser.
[hombre] Vaya.
Aún los hay con suerte.
¿Así es como vende usted máquinas de escribir?
Las máquinas se venden solas, señorita.
Ramiro Arribas.
Sira.
Estoy aquí para lo que necesite.
¿Vamos?
Soy Ramiro Arribas, el gerente.
[Ignacio] Mucho gusto.
Está buscando una máquina para su novia.
Ligera, precisa y que aguante el mayor número de pulsaciones.
Ya me encargo yo, no te preocupes.
Ustedes lo que necesitan es esto.
Síganme.
Les presento a la Olivetti, modelo Ico.
Miren qué suavidad y qué ligereza.
Y las letras, fíjense, como si estuvieran cinceladas en mármol.
Y escalonadas en cuatro hileras.
- [Ignacio] ¿Puedo?
- [Ramiro] Por supuesto.
¿No decía que se vendían solas?
Según tengo entendido, la máquina es para usted, señorita.
Sí, es que quiero enseñarle a escribir a máquina para que se prepare en unas oposiciones.
[Ramiro] Brillante.
Señor mío, entonces, esta es la elección perfecta.
Sobre todo, para unos dedos como los de su prometida.
¿Me permite verlos, por favor?
Qué maravilla.
[música romántica] Pues, esta va a ser.
¿Y para pagarlo?
Ahora me abona un depósito del 50%, y el resto el día que se la lleven.
Ah, ¿no nos la podemos llevar ahora?
Hasta mañana no nos entra un nuevo pedido.
Lo siento.
¿Y esta?
¿Esta no nos la podemos llevar?
No.
Ni hablar, por favor.
No podría consentir que se llevasen una máquina que ha sido utilizada por otros clientes.
Venga mañana y todo resuelto.
Es que yo mañana empiezo en el ministerio.
Bueno, podría venir a buscarla usted, señorita.
[música romántica] - Vamos.
- Pero... [Ramiro] Vamos.
¿Sabes?
Llevo desde ayer pensando en ti.
Y te aseguro que no suelo obsesionarme con alguien que acabo de conocer.
Mire, yo no sé con lo que usted se obsesiona o deja de obsesionarse, de verdad.
[Ramiro] Ya, no me crees.
Pero si es que yo he venido por la máquina de escribir.
Para la señorita... ¿Qué quieres tomar?
- Un chocolate.
- Para mí un café solo.
Gracias.
Estas asperezas no son de escribir.
Son de coser.
Ah, así que eres modista.
Lo era.
Pero las cosas no van muy bien últimamente, ¿sabe?
Y por eso lo de la máquina de escribir y lo de prepararme en las oposiciones a funcionaria.
Hala.
¿Y para qué quiere una mujer como tú pasarse la vida dentro de un ministerio?
Si no es indiscreción.
Para vivir mejor, supongo.
¿De verdad quieres empezar a vivir mejor, Sira?
Deja que te limpie.
[música romántica] [risas] Aquí tiene el dinero de la máquina de escribir.
Esta tarde vendrá mi novio a buscarla.
No te vayas.
No te enfades conmigo.
Vuelve cuando quieras.
Ya sabes dónde estoy.
[música romántica] [Sira] Ocho días me acosté con la esperanza de que el amanecer siguiente fuera distinto, y las ocho mañanas posteriores desperté con la misma obsesión en la cabeza: Ramiro Arribas.
[tecleo] Ese meñique con más fuerza.
¿Y no le puedo dar la "P" y a la "O" con otro dedo?
No.
Porque cada dedo tiene asignado una letra.
Así luego vas poder escribir sin mirar el teclado.
¿Sin mirar?
No digas tonterías.
[risa] Pero eso es como si cosiera sin mirar la aguja.
Es que teclear es distinto.
Claro, se trata de aprender a mecanizar las acciones.
Por eso es tan importante la rutina.
Venga, va. La siguiente fila otra vez.
Pero si ya lo he escrito 200 veces.
200 y 2,000 que vas a tener que escribirlo.
- !¡Ignacio!
- ¿Qué?
Ah.
Que esta letra se ha quedado trabada.
A ver.
A ver, prueba ahora.
Ya.
Pero no escribe.
Vaya, por Dios.
Pero no marca la "S".
Menos mal que está en garantía.
Pues, habrá que acercarla a la tienda.
La llevas tú.
¿Mh?
Pero ¿qué más da que no marque?
Si solo la queremos para entrenar.
Hombre, hemos comprado una máquina nueva, tendrá que funcionar bien.
Vamos, digo yo.
¿Tanto te cuesta llevarla hasta allí?
No.
Guapa.
[campanilla] Sabía que volverías.
Lo sabía.
La "S" no funciona.
No necesitabas una excusa para volver, ¿eh, Sira?
La tecla "S" no funciona y la máquina está en garantía.
Mírelo usted mismo si quiere.
Tiene razón, la "S" no va. Tendré que arreglarla porque, si no, mira en lo que se convierte tu nombre.
Ahora entiendo tu enfado, necesitas tu "S".
Y has venido al mejor lugar para eso.
[tecleo] [campanilla] ¿Qué es esto?
No entiendo lo que pone.
Te espero.
Engreído.
[música romántica] [timbre] - Sira.
- Me voy.
¿Te vas?
Lo siento.
No te vayas, por favor.
No puedo dejar de pensar en ti ni un segundo.
Y yo tampoco.
Quédate conmigo.
[música romántica] [música clásica] ¿Te he contado ya que mi hermana y mi cuñado nos van a regalar un perchero y un galán de noche?
Y me han escrito mis tíos que vienen de Santander.
Pues, que a ver si mañana nos pasamos por Sol, y les contratamos una buena pensión.
Qué graciosa mi madre que se ha comprado una mantilla solo para la boda.
Tiene muchas ganas de que seas su nuera.
El otro día me estaba contando de que, cuando ella era joven... Ignacio.
Yo no me puedo casar contigo.
¿Te vas a ir con otro?
No te empeñes en negarlo.
No soy tonto, Sira.
Llevas días esquivándome.
Y cada vez que intento rozarte, y con la excusa de irte de recados, te pasas las tardes fuera de casa.
¿Estás con otro?
Lo siento mucho.
Yo nunca he querido hacerte daño, de verdad.
Es que sabes que no sé lo que me está pasando.
[Ignacio] Mejor no digas nada.
¿Y puedo saber quién es?
Pero y eso, ¿qué más da?
[Ignacio] Sira.
Sea quien sea, nunca te va a querer como yo.
[aplausos] [campanadas] Madre... [Dolores] Ignacio me lo ha contado todo.
Entonces, ¿por qué sigue cosiendo?
Porque, si no lo hago, el vestido no estará a tiempo.
Es que ya no voy a casarme.
No digas tonterías.
Las cosas se arreglan.
No vas a tirar tu vida a la basura a la primera riña.
He descubierto lo que es el amor, madre.
Y a mí me duele en el alma decírselo, pero no es lo que tenía con Ignacio.
Tú lo que tienes son muchos pájaros en la cabeza.
Mañana por la mañana le llamas y le pides perdón.
Ignacio aún te quiere.
Pero es que soy yo la que no le quiere.
¿O es que no me escucha cuando le digo las cosas?
Pero ¿cómo puedes ser tan egoísta?
Usted también hizo lo que quiso en su momento.
[Dolores] ¿Lo que quise?
No seas ingenua.
Hice lo que mi dignidad me permitió hacer.
Nada más.
¿Tú crees que es plato de gusto que te señalen por la calle?
¿Ser una paria, ser madre soltera?
¿Y de eso me quiere librar?
¿Casándome con un hombre al que no quiero?
!¡Es mi vida, madre!
[música triste] [Ramiro] Sira.
¿Estás bien?
¿Pasa algo?
¿Me puedo quedar en tu casa esta noche?
Y toda la vida.
[música romántica] [Ramiro] Buenos días.
Buenos días.
[Ramiro] Buena princesa.
Qué bonito.
Mira lo que te he traído.
No solo son fresas.
[Sira] La vida con Ramiro era como si no hubiera ni un ayer ni un mañana.
Como si tuviéramos que aprovechar cada instante por si acaso el futuro nunca quisiera llegar.
Cierra, cierra.
[risas] Podíamos pasarnos horas imaginando las espléndidas oportunidades que podrían estar esperándonos en alguna esquina remota del globo.
Aquí.
Y no había noche que no bailáramos y riéramos hasta el amanecer.
Ramiro anticipaba mis caprichos y colmaba mi capacidad de sorpresa con los regalos más inesperados.
Y así, aferrada a su cuerpo como si fuera mi único amarre, pasamos los meses.
Me voy a trabajar, mi amor.
Sí, que llego tarde.
Sigue durmiendo.
[risas] [timbre] Voy.
Tanta prisa, tanta prisa, que ha dejado el sombrero.
!¡Anda!
Hola.
- ¿Quiere pasar?
- [Dolores] No.
No hace falta.
Solo vengo a traerte un mensaje, una petición que no es mía y que creo que deberías aceptar.
- Dígame.
- Vas a conocer a tu padre.
Nos ha citado en su casa.
Voy a vestirme.
Y lávate esa cara, que pareces una fulana.
Buenas tardes, Servanda.
Venimos a ver al señor.
No hace falta que nos acompañes.
Gracias.
[Gonzalo] Hola, Dolores.
Hola.
Gracias por haber venido.
Dios sabe que no os lo habría pedido si no fuera algo importante.
Sé que me van a matar.
Pero ¿de qué estás hablando?
[Gonzalo] Sí, solo es cuestión de tiempo.
Por favor.
Mis 200 obreros ya no se conforman con pan y circo.
Ahora se han afiliado a un sindicado, y amenazan al patrón con meterle un tiro entre las cejas.
Bueno, que no digo yo que no tengan razones, ¿no?
Por favor.
Pero los unos con los otros, lo único que vamos a conseguir es meter al país en una guerra civil y acabar matándonos entre hermanos.
Eres igual que tu madre hace 20 años.
[Dolores] No hemos venido aquí para que nos hables del pasado.
[Gonzalo] ¿Por qué no?
Yo nunca me he arrepentido de ese pasado.
Conocí a tu madre con 24 años, ella tenía 22.
Venía a casa a coser para mi madre.
Y, al fin, al cabo de tres años, naciste tú.
[Gonzalo] Gonzalo estudiaba ingeniería.
Tenía novia formal, y su madre amenazó con desheredarlo.
Así que fui yo quien cortó las relaciones.
Tenía un futuro prometedor por delante, y no iba a permitir que lo echara por tierra.
Nunca iba a consentir que yo os dedicara solo las migajas de mi vida.
No he nacido para ser la querida de nadie.
O todo o nada, así era ella.
[tictac del reloj] [Sira] ¿De verdad le van a matar?
[Dolores] Tu padre tiene miedo porque está acostumbrado a mandar sin que nadie le repique.
Y ahora le desconcierta que los trabajadores empiecen a alzar la voz.
Nada más.
Me ha dado un montón de dinero y joyas.
Y ahora, ¿yo qué hago yo con todo esto?
Ser responsable.
Responsable y sensata.
Por favor, te lo pido.
Y también me ha pedido que cuidara de usted y que nos vayamos de España lo antes posible, dice.
Yo no me voy a ninguna parte.
Pero ¿nos hemos vueltos todos locos?
¿Cómo va a estallar una guerra?
[música triste] Todo esto vale mucho dinero, nena.
Pues, aún hay más.
[silbido] ¿Y qué vamos a hacer con todo esto?
Querrás decir, ¿qué vas a hacer tú, mi amor?
Todo esto es solo tuyo.
Pues, si es que yo no tengo idea de dinero.
¿Tú qué harías?
[Ramiro] Las Academias Pittman funcionan a todo gas en Argentina.
Tienen más de 20 sucursales y miles de alumnos que enseñan mecanografía con métodos revolucionarios.
Sí, sí.
Suena interesante.
¿Quieres que haga un cursillo?
[risa] No, mi amor.
Quiero que compremos una sucursal de la empresa.
Podríamos montar Academias Pittman a este lado del charco.
Nena, tu gran momento está a punto de llegar, solo tienes que decir que sí.
Sí.
[tarareo] [Ramiro] !¡Sira!
¿Estás en casa?
[Sira] Sí, pero es prontísimo.
¿No salías a las 6:00?
[Ramiro] ¿Ha llamado el notario?
A ti, ¿qué te pasa?
Sí, he ido a recoger los papeles esta mañana.
Los... Los estatutos de la empresa.
Mi amor, entonces, ya es oficial.
Somos empresarios.
Uy.
Me he despedido.
Que le den morcillas a Olivetti.
¿Por qué?
He recibido este telegrama de Academias Pittman para comunicarme que están estudiando con toda seriedad nuestra propuesta.
Así que es momento de empezar a desplegar alas.
Además, creo que nos convendría estudiar el abandonar España.
La propuesta para Academias Pittman es abrir una gran sucursal.
En Marruecos, exactamente en Tánger.
Pero ¿para qué van a querer los moros aprender a escribir a máquina?
!¡Ah!
Qué cosas tienes, Sira.
Tánger es una ciudad internacional.
Un puerto franco donde llegan ciudadanos de todas partes de Europa.
Te encantará.
Te lo puedo asegurar.
Así que ve recogiendo tus cosas, que nos vamos.
- ¿Ahora?
- Mmm-hmm.
¿Y mi madre?
No la puedo dejar aquí sola.
Sira, Sira... Mi amor, te mereces empezar a vivir tu vida.
Basta ya de desvivirse por los demás.
Este es tu gran momento.
Hey, nuestro momento.
- ¿No es un poco precipitado?
- !¡Vamos, Sira!
Oye, será una aventura.
¿Confías en mí?
Pues, claro que sí.
Tú estás loca.
Pero ¿cómo te vas a ir así con él?
¿Sin más?
Ande, madre, véngase conmigo.
Que podemos empezar una vida nueva.
[Dolores] Yo no me voy a ningún lado.
Y tú tampoco deberías irte.
Yo ya tomé la decisión.
Solo espero que algún día lo pueda entender.
Tú sabrás lo que haces.
[música triste] Me tengo que ir, que Ramiro me está esperando.
[música triste] [sollozos] [música triste] ¿Qué te pasa?
Nada.
Que soy una tonta.
Es que nunca he salido de Madrid.
Todavía no me he ido, y ya lo echo de menos.
Tranquila.
Que yo sepa, Madrid no se va a ir a ninguna parte.
Volveremos pronto.
Te lo prometo.
[música dramática] [truenos] [silbato de tren] [música triste]